Cuando se producía un eclipse lunar, entre los mayas yucatecos del siglo XVII era común hacer ruido para ayudar al astro en su tránsito: provocaban que los perros lloraran y aullaran, o bien, las personas hacían ruido con objetos como latas, metales o maderas.
En la cosmovisión de algunos pueblos mayas los orígenes de los eclipses tienen que ver con animales míticos salvajes y malos que quieren comerse a los astros del día y la noche. A estos animales se les denomina Xulab y lo curioso es que también así se le llama a Venus y no solo por los mayas yucatecos, sino también por los K’ekchis y Mopanes.
Por su parte, los eclipses eran tomados por algunos pueblos mayas como presagios de cosas malas, claros ejemplos podrían ser la llegada de escarabajos, estos insectos eran considerados negativos pues nacen dentro del estiércol y se creía que podían comer los árboles y piedras, acabando así con todo el sustento, también se pensaba que las hormigas míticas Xibal atacaban al sol para comérselo.
Los mayas tzotziles concebían a los eclipses como enfermedad de los astros, utilizaban dos términos, el primero cha’k’ak’al, para el sol y cham’u para la luna, el término cham hace referencia a estar enfermo, adolecer o morir. Por otro lado, los Quichés se encerraban en sus casas y prohibían ver los eclipses, pues paralizan los ojos y provocan ceguera, también mirar la luna causaría enfermedades.
Durante los eclipses se emplean diferentes tipos de amuletos, que se creen que cuidan o protegen el cuerpo o la energía, algunas mujeres embarazadas se colocan un pañuelo rojo atado a la cintura, pues al ser un color caliente contrarresta el frío del eclipse, se usan metales en forma de cruz sobre el estómago, pueden ser clavos, llaves o incluso ganchos, todo esto con el fin de protegerse de las fuerzas dañinas. En cuanto a las creencias de los Mayas yucatecos y Chontales de Tabasco pensaban que si una mujer embarazada se rascaba durante el eclipse el bebé quedaría con un lunar o manchas en la piel, si es eclipse de luna se le denomina chi’ibal uj (mordedura de luna) y en el eclipse solar le llamaban chi’ibal k’in (mordedura del sol), la mancha sale en donde la madre se haya rascado y puede ser roja o negra.
Los eclipses también representaban la muerte de algún dios y en ocasiones se realizaban sacrificios rituales con animales o humanos, para aminorar las pérdidas y hacer que los astros recuperaran su esplendor original. Cabe mencionar que la elección de sacrificios con sangre no era algo al azar. Existía un simbolismo importante en este ritual, pues la sangre forma parte de la vida de los seres humanos, como explicó Guida, y los astros eran quienes daban vida a su vez a los humanos. Por lo que era algo justo y natural alimentar a los astros con la vida que ellos le entregaban a los mayas.
Durante la época precolombina, el sacrificio humano en la cultura maya era la ofrenda ritual de alimento a los dioses. La sangre se consideraba una potente fuente de alimento para las deidades mayas, y el sacrificio de un ser vivo era una poderosa ofrenda de sangre. Por extensión, el sacrificio de la vida humana era la máxima ofrenda de sangre a los dioses, y los rituales mayas más importantes culminaban en el sacrificio humano. En general, solo se sacrificaban prisioneros de guerra de alto estatus, y los cautivos de menor estatus se utilizaban como mano de obra.
El sacrificio humano fue parte importante de los rituales y la ideología mayas. El ejemplo más frecuente en el arte y las inscripciones de esa cultura es el sacrificio ritual por decapitación, descrito como acto de "creación". El sacrificio de prisioneros recreaba el complejo de mitos que permitía el establecimiento de un orden cósmico y fue clave en la ideología de los señoríos mayas.
Hubo varios tipos de sacrificios humanos, uno de los más conocidos fue el de la extracción de corazón. Las extracciones de corazones y el sacrificio han sido vistos como una "expresión religiosa suprema entre los antiguos mayas". La extracción del corazón que aún late, o a veces la autoinmolación, se consideraba una gran ofrenda y comida para los dioses. Como cualquier ritual religioso moderno, se cree que la extracción tuvo varios pasos para la preparación y el debido respeto a los dioses. Comenzaba con una dispersión de sangre extraída de la boca, la nariz, las orejas, los dedos o el pene, generalmente con una herramienta afilada hecha de obsidiana. como la espina de una raya. Luego colocaban a la víctima sobre un altar de piedra o de madera. El acceso al corazón se lograba con una variedad de procedimientos y técnicas. La mayoría de estas técnicas se probaron mediante el examen de las lesiones post mortem en los huesos que rodean el corazón, como el esternón y las costillas. Los métodos incluyen esternotomía axial vertical, toracotomía transversal izquierda, esternotoracotomía transversa bilateral o acceso transdiafragmático. Las muescas, la segmentación y la fractura del esternón y las costillas defendían esto. Luego se continuaba con la extracción real del corazón cortando cualquier ligamento de unión con una herramienta bifacial. Finalmente, la ofrenda del corazón se llevaba a cabo ya sea con una posición especial o mediante la quema. En este momento, también se recolectaba sangre de la víctima. El ritual terminaba con la mutilación del cuerpo, generalmente mediante desmembramiento o quema.
Durante el período Posclásico (c. 900 – 1524), la forma más común de sacrificio humano era la extracción de corazón, influenciada por el método utilizado por los aztecas en el Valle de México; esto generalmente tenía lugar en el patio de un templo, o en la cima del templo piramidal. El sacrificio se desnudaba y se pintaba de azul, que era el color que representaba el sacrificio, y se le hacía llevar un tocado de pico.
Cuatro asistentes pintados de azul que representaban a los cuatro Chaacs de los puntos cardinales extendían el sacrificio sobre una piedra convexa que empujaba hacia arriba el pecho de la víctima. Un funcionario al que se hace referencia como nacom en la Relación de las cosas de Yucatán de Landa usó un cuchillo de sacrificio hecho de pedernal para cortar las costillas justo debajo del pecho izquierdo de la víctima y extraer el corazón que aún latía. Luego, el nacom pasaba el corazón al sacerdote oficiante, o chilan, quien untaba sangre sobre la imagen de la deidad del templo.
Dependiendo del ritual exacto, a veces los cuatro Chaacs arrojaban el cadáver por los escalones de la pirámide hasta el patio de abajo, donde los sacerdotes asistentes lo desollaban, excepto las manos y los pies. Luego, el chilán se quitaba su atuendo ritual y se vestía con la piel de la víctima del sacrificio antes de realizar una danza ritual que simbolizaba el renacimiento de la vida. Si se trataba de un guerrero notablemente valiente el que había sido sacrificado, entonces el cadáver sería cortado en porciones y las partes serían devoradas por los guerreros asistentes y otros transeúntes. Las manos y los pies se entregaban al chilán que, si habían pertenecido a un cautivo de guerra, llevaba los huesos como trofeo. Las investigaciones arqueológicas indican que el sacrificio de corazones se practicaba ya en el período Clásico.